lunes, 1 de diciembre de 2008

La douleur


'Cuando huía, en un vuelo de tocas trastornadas/de la impetuosa voluntad de mi deseo/se refugiaba en un rincón, como una gata.../pero sus uñas eran más dulces que mis besos.../ Y en la proximidad ardiente del placer de su carne/ me incendiaba el olor de todos sus secretos...'

Así de lujurioso y pasional se muestra Juan Ramón, pero esto es tan sólo una muestra, porque con sus alejandrinos llenos de música e intenso lirismo deja escritas las relaciones que tuvo con bastantes mujeres, unas muy desconocidas hasta ahora y otras más reconocidas en otros poemas, como la ayudante de cocina del sanatorio de Francia, Marie-Francoise Larrégle (Francina), de 17 años.

Pero también está en el libro la relación que tuvo con la esposa del doctor Lalanne, Jeanne-Marie Roussié, quien le acogió en su sanatorio para reponerle de su melancolía y a quien después sintió haber traicionado. Una pasión que le llevó a tener que irse del hospital y a agrupar posteriormente los poemas bajo el epígrafe relación de 'Lo feo'.

Y los llamó así porque, según su biógrafo, esta relación no era fruto de un hermoso idilio, sino sólo hija del deseo. Y dice así el poeta: 'Ella ansiaba saciarse.../por si la vida no le daba el goce...honrado/Yo iba sólo por un afán de novedades...'

Amores o relaciones, todas ellas, que el propio Juan Ramón quiso publicar en un libro llamado 'Libros de amor', que incluso llevó a imprenta, a la editorial Renacimiento, en el otoño de 1913, pero ese verano conoció a Zenobia Camprubí y el poeta guardó el manuscrito en un cajón, para evitar que pudiera molestar o hacer daño a Zenobia, quien ya al leer 'Laberinto', el poemario que acababa de publicar Juan Ramón y donde incluía algún poema inspirado por alguna de estas relaciones, le dijo que no le había gustado nada.

Y pensar que algunos sólo creen que Juan Ramón Jiménez inventó a Platero.

PD: Cuando me invade el deseo, pienso en ti, y me imagino lo que estaría haciéndote en ese momento... No tienes ni la más remota idea de todo lo que me imagino contigo, y entonces el deseo crece más y más en mi interior. Imáginate esto, querido anónimo. Imagina sólo el deseo que lleva tu nombre desconocido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi intención era esperar tras la ducha para tomarla entre mis brazos y llevarla a la cama, y allí penetrarla delicada y suavemente como a ella le gustaba, pero el roce constante de nuestros cuerpos bajo el agua tibia acabó por empujar mi boca al abismo de sus pechos. Mis labios se sentían narcotizados saboreando sus pezones que se imaginaban fresas maduras, mientras sus manos acariciaban con vigor mi miembro que hacían asomar una y otra vez a la dulce entrada de su vagina. En tal estado, lo siguiente fue, como estaba anunciado, abrir sus muslos y apoyarlos sobre mis antebrazos al tiempo que ella se asía a mi cuello. Con mis manos agarrando sus nalgas y su espalda contra la pared comencé a penetrarla despacio, muy despacio, para que fuese disfrutando de cada centímetro, de cada espasmo, para que fuese sintiéndome cada vez más dentro hasta la fusión completa de dos cuerpos en un uno y único ser, para que sintiéramos mi eyaculación y sus orgasmo en todo su esplendor.
No llegamos a cambiar de postura o posición, nos besamos mil o dos mil veces, acarició mi espalda otras tantas, gemimos y gritamos muchas otras, y por fin, en pleno éxtasis, contrajo con violencia las paredes de su vagina y mi semén cálido recorrió todo su interior.
Eyaculé dos veces, y ahora recordándolo, sin pretenderlo, vuelvo a hacerlo.